El Reina Sofía explora las cinco décadas de arte y pensamiento de Manolo Quejido

Rodeado de árboles centenarios, a pasos del gran lago central del Parque del Retiro, el Palacio de Velázquez es un recomendado refugio de arte impulsado por el Museo Reina Sofía, que desde hace pocos días presenta una retrospectiva del artista sevillano Manolo Quejido.

Con cinco décadas de carrera, Quejido destacó en los campos del expresionismo, el arte pop y la experimentación geométrica; variantes que se pueden descubrir en la muestra ‘Distancia sin medida’, que se podrá ver hasta el 16 de mayo.

Los inicios en blanco y negro

La exposición arranca con las obras Deliriums, Siluetas y Secuencias (1969-1974), reducciones al blanco y negro que luego deriva en la serie Cartulinas, estudios pictóricos en formato 100×70 que más adelante, al terminar los años ’70, cambia al gran formato con la pintura de composición en obras como La familia (1980) y Bañistas (1981).

El sevillano Manolo Quejido transitó con comodidad por los estilos del expresionismo, el arte pop y la experimentación geométrica

Con la pintura Reflejos, se ve cómo a mediados de los ’80 Quejido explora la representación pictórica, con una marcada influencia velazqueña; mientras que en la década siguiente investiga la bidimensionalidad de la pintura con creaciones como Tabiques.

Más adelante, fascinado por la banda de Moebius, se sumerge en el “enigma de la capacidad cúbica en la superficie de la pintura”, detallan en el Reina Sofía.

¿Qué es pintar?

Con la llegada del nuevo siglo el artista reflexiona sobre el acto de pintar y el pensamiento: ¿cuál de los dos es primero? ¿Acaso la historia del arte es la historia del pensamiento?

Quejido, en el 2000, reflexiona sobre el acto de pintar y su relación con el pensamiento

En La pintura, de 2002, estas cuestiones están presentes por la ‘distancia sin medida’ (de ahí el título de la exposición) de la inmediatez de pintar respecto a lo volcado en el lienzo.

Comunicación de masas y arte

Con el veloz crecimiento de los medios de comunicación, y en la génesis de Internet, Quejido acumula imágenes ampliadas de ofertas y etiquetas como una metáfora del consumismo y la avalancha de noticias; como se ve en Sin nombre, una colección de pinturas que reproducen fotografías de prensa.

Al recorrer las salas del Palacio de Velázquez se descubre el “poliédrico corpus” que Quejido ha generado en sus cinco décadas de carrera, donde además de su talento artístico es interesante conocer sus investigaciones plásticas, su carácter crítico y sus reflexiones sobre lo que consideramos como pintura.