Los ingredientes del café sensación de Providencia

Los periodistas Francisco Derosas, Consuelo Goeppinger y Rodrigo Cea abrieron Félix en febrero de 2021, en la calle Coyancura 2228, Providencia, a media cuadra del metro Los Leones. Fotos: Sergio López Isla.

Granos de calidad cuidadosamente seleccionados, buenos brownies, queques y helados, y una estética minimalista. Todos son factores que han potenciado a Félix, un café de especialidad que abrió en febrero de 2021 y que se ha convertido en referente en Santiago para muchos amantes de esta bebida.


Para que un café sea de especialidad no basta que tenga buen aroma y sabor. Debe alcanzar un mínimo de 80 de 100 puntos en la escala de calidad, y en eso influye el origen, selección y plantación de los granos. De qué región provienen, a qué temperatura, sombra, humedad y altura estuvieron expuestos son algunos de los factores que inciden, pero también la intensidad del tostado y, por supuesto, la maestría de quien lo prepara.

Todos esos componentes están en Félix. El café fue fundado por tres periodistas: Consuelo Goeppinger, Francisco Derosas y Rodrigo Cea, en febrero de 2021 en la calle Coyancura 2228, Providencia, a media cuadra del metro Los Leones. Desde las 07:30 hasta las 14:00 horas (de lunes a viernes; los sábados y domingos abren entre 8:30 y 13:00 horas) entran y salen clientes. Algunos hacen su pedido y siguen su camino; muchos otros saludan con cercanía, se quedan conversando en la barra o se acomodan en las bancas instaladas fuera del local.

El café Félix tiene de todo para hechizar a sus clientes. El espacio minimalista, diseñado por Simón Sepúlveda y ejecutado por el arquitecto Sebastián Bravo, es una mezcla de las decenas de referencias de sus fundadores. Los tres lanzaban ideas sobre cómo pensaban el lugar que soñaban, no solo a través de otros cafés del mundo, sino también de otros espacios e incluso listas musicales. Derosas explica: “Nunca les dimos una instrucción muy específica. Les dijimos las cosas que nos gustan y ellos hicieron gran parte”.

En donde por tres décadas funcionó una lavandería, ahora se montaba un café. En donde antes había solo una mesa y un tabique, ahora hay una barra con baldosas azules y negras con detalles rojos; encima hay una máquina Synesso S200, de las primeras en llegar al país. También sobresale la estantería transparente donde resaltan algunas plantas y otros implementos. Y, por supuesto, el enorme león tejido que cuelga desde el techo naranjo, característico de la estética del lugar.

El espacio minimalista, diseñado por Simón Sepúlveda y ejecutado por el arquitecto Sebastián Bravo, es una mezcla de las decenas de referencias de sus fundadores.

Nada ha quedado al azar en Félix. Aunque el azar ha jugado a su favor en muchas ocasiones.

En la elección de los granos tuvo mucho que ver el californiano Jake Standerfer, pionero y creador de la marca Coffee Culture Coffee Roasters. “Nos juntamos con él y hubo mucha afinidad. Al final él nos vendió la máquina Synesso, los molinos, nos ayudó a instalar todo. Fue y sigue siendo una especie de gurú, de guía. De todas formas, acá ofrecemos café de otros tostadores”, comenta Consuelo Goeppinger, periodista gastronómica. Francisco Derosas agrega que la cafetería de especialidad debe asegurar tener granos frescos, tostados acá. “Él nos dio eso”, dice.

Otra de las claves que han favorecido al café fue la elección de la barista Pamela Cruzat. Porque no basta tener los mejores granos tostados del mejor lugar del planeta, ni tampoco la mejor máquina, si al frente no hay quien sepa procesar todo a la perfección. Es, en otras palabras, una artesanía. “De eso es parte la Pame, y también Martín y Dani, nuestros otros baristas. Ellos están probando y probando, y así les dan la mejor interpretación a los granos”, dice Consuelo Goeppinger.

A Cruzat, por cierto, le atribuyen una buena parte del crecimiento del café. Cuando abrieron les preguntaron a muchas personas: “¿Cómo llegaron al café?”. “Por la Pame” fue la respuesta que dieron muchos que día a día llegan a tomarse un cappuccino, un expresso Ginger Beer, un Cold Brew Tonic o un afogato con helado artesanal.

En el mundo del café, los y las baristas, gracias su dedicación, tienen sus propios feligreses. “Llegó a nosotros por suerte”, dicen. En la búsqueda les habían recomendado a otra barista experimentada, pero ella no estaba disponible y les recomendó a Cruzat.

El trabajo colaborativo, otra clave en el café

El café, fresco, aromático y delicadamente texturado no es la única razón por la que el café Félix ha deslumbrado en el corazón de Providencia. También tienen una cuidada selección de productos, como los brownies, queques, galletones, helados y croissants que no son de elaboración propia, sino que provienen de otros emprendedores.

“Es una vitrina colaborativa, que se dio así porque no había una sola persona que ofreciera todo. Nos gustaba lo mejor de cada uno, entonces, ¿por qué no tenerlo? Un problema se transformó en una oportunidad, porque qué mejor que tener lo mejor de distintos productores, como Fomo Brownies o Mirlo, una pastelería chica, pero con productos maravillosos”, detalla Consuelo Goeppinger, autora de Guía Dónde (una guía de compras gourmet) y principal responsable de la curatoría de los productos. “Rodrigo y Pancho también los prueban, solo yo que hago esta primera selección”, aclara.

Félix tiene una cuidada selección de productos, como los brownies, queques, galletones, helados y croissants que no son de elaboración propia, sino que provienen de otros emprendedores.

Su oferta, además, ha mutado y tomado un nuevo color durante los fines de semana. Una vez al mes, el café Félix aglomera a un montón de gente que se instala en las bancas y en los alrededores. ¿La razón? Los domingos llevan a un cocinero distinto a ofrecer sus productos gastronómicos. Especialidades que se conectan con el espíritu del local. Ahí han pasado distintos chefs, como Luigi Godoy, Francisca Albornoz, y también locales como Chiles y Pickles, y Guappo Bistró.

Esa propuesta, como muchas de las cosas de Félix, también se dio “por casualidad”. Cuando habían encontrado a un especialista en donas, se encontraron con la dificultad de que les llegaban al mediodía y no servían para la jornada siguiente. Entonces hicieron un día especial de donas y los comensales les sugirieron agregar cosas saladas, así es que invitaron a los sándwich Recreo con hambre e hicieron unos croissants. “Podríamos hacerlos todos los domingos”, coincidieron.

Así como sus productos diarios, desde ese momento gestionaron traer a distintos especialistas para darles vitrina y más variedad a sus clientes.

“Es circunstancial, no fue que tuvimos esa idea al principio, pero la adoptamos porque hay gente muy talentosa, con productos de buena calidad, a precios razonables, no somos unos héroes ni nada, pero al final de todo nos beneficiamos todos”, explica Francisco Derosas.

La satisfacción del concepto

Cuando Rodrigo, Consuelo y Francisco amasaban la idea del café, su foco estaba en construir uno al que les gustaría ir a ellos, además de encontrar un negocio comercialmente viable. Fraguaron la idea a principios de 2020 y todo fue rápido, la sociedad, el local y el objetivo. La pandemia congeló el proyecto, aunque el destino nuevamente jugó a su favor: “Teníamos todo aceptado, pero al final el tiempo nos sirvió para encontrar el concepto que buscábamos, los proveedores, la arquitectura. Aterrizamos todo mucho mejor”, dice Consuelo Goeppinger.

Desde que abrieron sus puertas, los vecinos del sector, transeúntes y amantes del café de especialidad se acercaron a Félix. Por eso muchos de ellos ya conocen a los baristas, preguntan los procesos de uno que otro café, que incluso se conocen entre sí y han entablado una amistad de café.

“Nos sabemos, por lo menos, unos cien nombres de personas que ya vienen recurrentemente”, dice Derosas. “Con algunos sabemos qué va a pedir y cómo lo va a pedir. Para nosotros marca la diferencia la preocupación de ese servicio, que finalmente quien venga acá se sienta cómodo”, complementa Goeppinger.

"Para nosotros marca la diferencia la preocupación por el servicio, que finalmente quien venga acá se sienta cómodo”, dice Consuelo Goeppinger.

Rodrigo Cea, además, resalta que las ideas que han cambiado han dado un sello y un valor positivo a la propuesta que pensaba. “Me habían dicho que uno abre con una idea y luego cambia, porque llegan personas que no pensabas que iban a llegar. Creo que el 30% de la idea que cambió es mucho mejor de lo que pensábamos al principio, y eso es suerte también. Creía que la idea iba a cambiar porque iban a pasar cosas que la iban a echar para abajo, pero no, al final cambió producto de la dinámica del café, de la gente que va, que se acerca, que escribe por redes sociales. La idea mutó a una que gusta mucho más”, resalta.

El trabajo, en todo caso, ha sido inmenso. Al abrir todos los días de la semana, aprender del rubro, y manejar un negocio, han sido desafíos que no aflojan para los tres socios. “Siento admiración por todas las personas que están en estos negocios, porque la cantidad de trabajo intenso e invisible es permanente”, dice Francisco Derosas. Cea coincide y señala que “mucho más allá de lo económico, nuestro balance es muy positivo. Uno aprende que hacer un negocio es mucho trabajo, que se ve mejor desde afuera, pero la experiencia y el valor tiene haber hecho este local es enorme”.

Por eso abrir otro local es una idea que está muy lejos aún. Pero sí tienen en mente seguir abriendo su vitrina colaborativa con más gente o incluso ellos llevar esporádicamente su café a otros lugares. “Aun así, nos preocupa mucho mantener la calidad, que no es fácil. Ser consistente es hoy nuestro principal objetivo”, reflexiona Goeppinger.

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